Retomamos el tema que nos ocupaba en la primera parte de este artículo (click aquí si lo quieres releer) …Tratando de hacer un resumen de la idea principal, podemos decir que la relación del bebé con la figura de apego, es decir, la respuesta a sus necesidades, proximidad, cuidado y afecto que recibe, tendrán un importante impacto en su manera de percibirse a sí mismo y a los que le rodean. Esto es, el bebé irá formando en su cabeza un modelo mental sobre sí mismo (autoestima) y sobre los demás (confianza).
Tomando estos dos constructos, autoestima y confianza, Bartholomew traza dos continuos que se interrelacionan, dando lugar a 4 tipos de apego adulto:
Si estás leyendo esto, es muy posible que ya hayas intentado situarte en alguno de los cuatro cuadrantes. Ten en cuenta que esta clasificación describe unos patrones que, si bien son estables en el tiempo, no implican una rigidez total. Esto es, hasta la persona más segura tendrá momentos en su vida en los que haya sentido que era inadecuada, habrá deseado ser invulnerable o se habrá enfrentado a un cierto miedo al rechazo. No obstante, si por lo general tiene una imagen sana y realista de sí misma y muestra una razonable confianza en los demás, será suficiente para pensar que muestra un apego seguro.
Por otra parte, dentro de cada cuadrante hay grados y grados. Por ejemplo, podremos encontrar personas que siempre muestren una gran evitación hacia los demás, desconfiadas y pretendidamente invulnerables u otras que tengan un funcionamiento más social, pero en momentos de mayor ansiedad o crisis personal conecten con su tendencia evitativa. Conocer estas tendencias puede ser de gran ayuda para todos ya que nos permite observar el modelo mental desde el que vivimos en el mundo. Por tanto, puedo empezar a cuestionar los pilares de mis creencias. ¿La gente es peligrosa realmente o soy yo quien la percibo así por mis experiencias tempranas? ¿Realmente soy inadecuada/o o es mi propia exigencia y autopercepción la que me hace sentirme así?
Pasemos ahora a analizar qué impacto tienen estos estilos de apego adulto en las relaciones amorosas. Lo primero que hay que entender, y lo diré con toda la contundencia que merece, es que buscamos que nos quieran como nos han querido. A una edad muy temprana aprendimos lo que era el amor. En el mejor de los casos, pudimos aprender que el amor era calor, cuidados, proximidad, confianza, seguridad, intimidad… Pero en otros casos tuvimos que aprender que significaba ambivalencia, rechazo, sospecha, control…
La diferencia principal entre la relación de apego infantil y la adulta radica en el grado de simetría entre los miembros: en la relación madre-hijo la asimetría es clara y los roles son rígidos puesto que el hijo es quien emite la demanda y la madre es quien debe leer la necesidad y dar una respuesta. En cambio, en las relaciones de pareja adultas se da una relación simétrica, en la que ambas personas tienen necesidades y demandas y a su vez se espera de ellas que respondan a las de su compañero/a. Esto requiere de una mayor flexibilidad en los roles, de manera que cada persona sea capaz de dar soporte emocional al otro y pedirlo cuando lo necesite.
Párate aquí un momento a digerir y repasa tu historial amoroso. ¿Encuentras algún patrón? Puedes ir observando cuestiones como cuántas y de qué duración han sido tus relaciones, quién ha propiciado los finales de las mismas, qué grado de fusión-separación has necesitado y cómo vives esa fusión y esa separación, cuánto de flexibles o de rígidos han sido los roles en la pareja… Realmente aquí hay mucha miga y mucho que descubrir de nosotros/as mismos/as a través del otro. A continuación, voy a describir algunos ejemplos de parejas prototípicas que pueden servir de guía:
La relación demandante: preocupada + preocupada
Esta relación se caracteriza por una lucha constante por ocupar la posición de dependencia. Ambas personas compensan esa preocupación de ser abandonados pidiendo continuamente muestras de amor y validación del cariño. Sin embargo, estas muestras nunca cubren sus expectativas debido a la honda sensación de carencia y de no valía que experimentan. Esto se traduce en una fuerte ambivalencia formada por búsquedas compulsivas de aproximación y enojo e insatisfacción simultáneamente. Los conflictos y desacuerdos son constantes y los roles que se adquieren son muy rígidos.
La relación distante: evitativa + evitativa
Una relación compuesta por dos personas evitativas se caracterizará por la falta de intimidad entre ellas. Ambas niegan cualquier resquicio de necesidad o dependencia hacia el otro, tratando de reforzar su imagen de autosuficiencia y negando su vulnerabilidad. Desde fuera se ven como relaciones distantes y poco cálidas y su vínculo se establecerá en base a otros criterios quizá más prácticos. El nivel de confrontación y conflicto entre ellos es bajo, por lo que no son parejas que suelan recurrir a la terapia. Más bien es típico que ante desacuerdos o desavenencias sigan su tendencia evitativa y corten la relación.
La relación explosiva: evitativa + preocupada
Este es, con diferencia, el tipo de relación más conflictivo. La asimetría en este caso es total: mientras el evitativo no muestra señal alguna de necesidad hacia el otro, el preocupado está constantemente demandando soporte emocional. El problema es que el primero vive muy mal las demandas del segundo puesto que, al haberse negado su propia vulnerabilidad, le irrita sobremanera la del otro y no le da respuesta. Ante esta reacción, el preocupado opta por intensificar sus demandas, lo que aumenta la irritación y evitación de su pareja. Y así, vemos el círculo vicioso que se establece en la pareja con un miembro en modo persecución y el otro en modo huida. La frustración y el dolor de ambos suele ser muy alto y es posiblemente el tipo de pareja que más recurre a la terapia.
La relación simétrica: segura + segura
La característica principal de esta pareja, como ya apuntaba anteriormente, es su alto grado de flexibilidad en los roles que desempeñan. Ambos tienen la suficiente madurez como para ofrecer cuidados al otro a la vez que los demandan cuando los necesitan. Esto implica que pueden leer bien las emociones de su pareja y están disponibles para responder a ellas. Otro de los factores que les caracteriza es su capacidad para expresar las demandas de forma asertiva: no esperan que el otro adivine sus necesidades, sino que son capaces de expresarlas desde el deseo y no desde la exigencia. No dan por hecho que el otro está ahí para cubrir sus necesidades o expectativas, sino que facilitan la comprensión mutua a través de la comunicación honesta y respetuosa.
Obviamente estos ejemplos son insuficientes para abordar la comprensión de las relaciones de pareja adultas. No obstante, pueden abrirnos una ventana a la reflexión sobre nuestros propios roles, modelos, formas de expresión, necesidades, etc. Darnos cuenta de si tendemos a relacionarnos desde el “niño”, o desde el “padre” y poder ir flexibilizando esos papeles nos acercará a la posición del “adulto”.
Próximamente, dedicaré el tercer y último artículo sobre el apego a contestar la pregunta de si estos estilos de apego son estáticos o si podemos hacer algo por cambiarlos. ¿Qué pensáis vosotras/os?
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