Y tú, ¿qué cuentos te cuentas?, ¿de terror?, ¿comedias románticas?, ¿un repertorio de grandes historias épicas?, ¿o una recopilación de dramones de los de helado de chocolate y 3 paquetes de pañuelos?

Quizá no lo hayas notado porque el hábito lo ha hecho prácticamente imperceptible pero, seguramente, haya un/a incansable cuenta-cuentos en tu cabeza dándote palique. A él, o a ella, no le importa que no seas consciente de su presencia. De hecho, ¡tanto mejor! De esta manera puede hacer y deshacer cuanto quiere por ahí dentro, ampliando y alimentando su repertorio de historias y perfeccionando su tono para que el cuento te parezca más y más real.

Este cuenta-cuentos no es otro que tu mente. Esa prodigiosa mente dotada de un sofisticado sistema de pensamiento y lenguaje que utilizamos, entre otros fines, para relatarnos historias. ¿Que a qué me refiero? ¿Te has parado alguna vez a escuchar qué te dice tu cuenta-cuentos cuando haces ejercicio por ejemplo? Con un poco de suerte puede que te tenga preparado un relato sobre superación y grandes hazañas, o por el contrario, puede que te acompañe con una trágica historia de un pobre inútil que nunca conseguirá sus objetivos y que vale menos que los demás. ¿Y cuándo tienes una idea, un proyecto que quieres poner en marcha? ¡Ahí tu cuenta-cuentos se empieza a frotar las manos! Le encantan estos momentos… Suele tener preparados grandes clásicos como: “Fracaso inminente” o “Misión imposible 15”.

cuentacuentos

A pesar de que generalmente no seamos conscientes de estos cuentos, tienen un hondo impacto en nuestras vidas. Además, este pequeño personajillo que te habita tiene marcadas preferencias por ciertos estilos. A algunos les vuelven locos las historias de terror, mientras que otros prefieren los profundos dramas o las historias de amor frustradas; ¿quién no tendría miedo conviviendo con una constante voz relatando historias de terror?, ¿quién no se sentiría desmoralizado y desesperanzado siendo acompañado por un ruido de fondo que habla sobre historias de miseria y angustia? Los cuenta-cuentos nos convierten en títeres mientras toman el mando de nuestros pensamientos, emociones y acciones.

¿Cómo podemos recuperar el control entonces? ¿Existe algún antídoto? Sí, la conciencia es al cuenta-cuentos lo que la criptonita a Superman. Cuando empezamos a prestar atención a estos cuentos, podemos comenzar a explorar su contenido, su origen, su finalidad e incluso a identificar la voz que nos los cuenta. A veces, a pesar de lo sórdidos, autolimitantes o catastróficos que puedan ser nuestros cuentos, les tenemos cierto apego. Llevan tanto tiempo con nosotros que nos hemos identificado con ellos y creemos que dejar de escucharlos será como sernos infieles a nosotros mismos. Tu cuenta-cuentos luchará para mantener su papel, pero puedes explicarle que no necesitas más esos cuentos. Quizá se los enseñaron cuando eras niña/o, o los fue aprendiendo a base de experiencias que aun no alcanzaba a entender muy bien. Le podrás explicar que ahora has crecido, que estás tú al mando y que podéis aprender historias nuevas y protagonizar estrenos como: “Todo va a ir bien” o “Yo soy aquí y ahora”.

En definitiva, a través de esta metáfora quiero reflejar que somos algo más que nuestra mente, la cual demasiado a menudo toma el control de nosotros y nos lleva a repetir una y otra vez las mismas historias. Mientras lo inconsciente nos domina, la atención y la conciencia nos ayudan a renovar viejos patrones obsoletos y convertirnos en quien realmente somos. Un camino apasionante, ¿verdad?

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