Así es como describe Joseph Campbell el concepto de “matrimonio”. En sus palabras:“Originalmente eras uno. Ahora eres dos en el mundo, pero el reconocimiento de la identidad espiritual es lo que es el matrimonio”.
Es una de esas maravillosas veces en las que otra persona ha puesto palabras a una experiencia que estás viviendo y madurando, pero aun no sabes cómo verbalizar. Después de haber estudiado el amor (romántico) desde diferentes aproximaciones, de haberlo comprendido gracias a diversas teorías y, sobre todo, de haberlo vivido de muy distintas maneras, creo que la definición de Campbell es la más certera, o al menos la que más se acerca a mi experiencia actual.
Para comenzar a entender la definición de Campbell, es preciso partir de la base de esa unidad originaria. Podemos explicarlo a nivel filogenético y ontogenético: filogenéticamente, nos remontamos a aquella última célula que no necesitaba del sexo para reproducirse, que se bastaba ella misma para perpetuarse. Pero llegó el momento en que la diada surgió y el sexo (del verbo secare, cortar) dio lugar a lo masculino y a lo femenino. Ontogenéticamente, comenzamos también siendo uno, uno en el vientre de nuestra madre. Ella nos alimentaba, mantenía nuestra temperatura, nos pensaba, nos hablaba y, en el mejor de lo casos, ya nos amaba. Sin embargo, tras 9 meses… otra vez la separación. Esta separación es la más progresiva en el mundo animal, en tanto en cuanto a pesar de haber una separación física, el bebé humano sigue necesitando de los cuidados de una figura cuidadora (bien sea madre, padre, abuela u otra persona que cumpla la función) durante al menos 2 años. Esos 2 años son fundamentales para todas y cada una de las personas y tendrán un gran impacto en el tipo de relaciones que establezcan en su edad adulta.
Los patrones de vinculación se establecen por tanto desde muy temprano, tal y como explica Bowlby con su teoría del apego. Es importante que revisemos estos patrones en nuestras vidas, tomemos conciencia y, desde ahí, actuemos con responsabilidad y no como víctimas de nuestra historia pasada.
Pero volviendo a la definición de Campbell y entendiendo ya un poco mejor de dónde viene la diada, podemos intuir a lo que se refiere cuando dice que el reconocimiento de la identidad espiritual es lo que es el matrimonio. Significa mucho más que el enamoramiento, mucho más que la pasión, el compromiso y la intimidad. Significa todo eso, y mucho más. El estar en sintonía con el otro para encontrarse en él y que él se encuentre en ti, la unión del yo con el yo. Una vez más, el todo es más que las suma de las partes. Hace unos años trabajaba en una escultura que representara qué es el amor para mí, y concluía la reflexión con dos columnas salomónicas entrelazándose entre sí. Ambas partían de una base independiente pero se encontraban formando un espacio común, un camino ascendente para el desarrollo espiritual.
Ahora probablemente añadiría bajo esas bases independientes unas raíces comunes. Nada que ver con el mito de la media naranja, sino relacionado con el origen común representada por aquella célula que hace que compartamos más de lo evidente:símbolos, mitos y arquetipos.
Apuntar por último que este matrimonio, no es necesariamente un matrimonio heterosexual, y que la feminidad y la masculinidad forman parte de todas las personas. Ahora me pregunto, ¿qué pasa con el poliamor? ¿qué espacio deja el mito a una triada, por ejemplo? ¿Y a la decisión totalmente legítima de no emparejarse/no casarse? Para futuras reflexiones…
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