Hay platos que requieren de una preparación lenta y concienzuda, simplemente no se pueden cocinar rápidamente. Una rigurosa selección de productos de temporada y de alta calidad, la adecuada preparación de esos ingredientes y su correspondiente cocción a fuego lento, son pasos imprescindibles a seguir. Como hija de asturiana que soy, sé de buena tinta que unas fabes requieren de un cuidado proceso para que una vez en la boca se deshagan lentamente. Es legítimo comerse unas alubias de bote, absolutamente. Incluso pueden estar buenas y hacernos un apaño cuando no disponemos de más tiempo para cocinar. El riesgo que percibo radica en que acabemos confundiendo la auténtica fabada con las alubias de bote. Que se nos olvide la receta original y que nos estamos saltando varios pasos que harán que el resultado no sea el mismo. ¿Alimentarán esas alubias? ¿nos quitarán el hambre? Sin duda, pero el sabor, la textura, el olor… y el disfrute a la hora de degustarlo serán sensiblemente distintos.
Como en la cocina, también en la vida hay cosas que sólo pueden cocinarse a fuego lento. Cada vez existen más sucedáneos, soluciones rápidas adaptadas a esta vorágine vital, a este ritmo frenético marcado por la necesidad de hacer, de consumir experiencias y “aprovechar” cada segundo de nuestras vidas. Para ser más explícita, se me ocurren varios ejemplos:
En el ámbito de las relaciones amorosas, actualmente disponemos de bastantes herramientas que facilitan el proceso de conocer solteros/as compatibles con nosotros. Nos ahorramos además el amargo trago de que le den a uno calabazas tras haber invertido tiempo y esfuerzo en fantasear y conquistar a nuestro amado. Unas “calabazas virtuales” saben algo menos amargas y, al fin y al cabo, la inversión personal se había reducido a unos cuantos clicks y algún whatsapp que otro. Por supuesto, pueden resultar felices parejas de estos encuentros online. No obstante, serán parejas que no han vivido plenamente la excitante fase de seducción, con sus incesantes dudas, sus compulsivas fantasías y su agridulce incertidumbre. Una vez la pareja está formada, con suerte vivirán la idílica fase de enamoramiento y tras ello necesitarán de todo su mimo, paciencia y cuidado para cocinar su amor a fuego lento. Cuando nuestro idealizado compañero se convierte ante nuestros ojos en una persona real, los sucedáneos dejan de surtir efecto y cada pareja debe descubrir su receta personal para que la cosa funcione.
En el ámbito del desarrollo profesional, he sido testigo de la creciente ansia de los profesionales más jóvenes por adquirir más responsabilidad, más exposición y proyección y alcanzar puestos con gran impacto lo antes posible. No critico la ambición de una persona que quiere crecer, desarrollarse y poner a prueba sus límites, menos aun cuando es lo que socialmente se está exigiendo y reforzando por activa y por pasiva. Lo que pongo encima de la mesa es una posible descompensación entre la madurez personal y la línea de desarrollo profesional. Tal y como he dicho alguna vez y seguiré repitiendo, considero la esencia y el equilibrio como bases para caminar por la vida. Me parece que estas propulsadas carreras profesionales, fundamentadas en 12 o más horas diarias de trabajo, promueven el desequilibrio vital, inclinando la balanza hacia el área profesional y dificultando el desarrollo personal, social, familiar, afectivo, artístico, etc. La carrera profesional adquiere en este caso su sentido más literal, en el que tras el pistoletazo de salida cada participante corre desbocado muchas veces hacia una meta que ni tan siquiera conoce. Auguro que algunos llegarán habiendo dejado demasiado atrás y planteándose entonces de quién era la meta que han alcanzado.
Por último, en el ámbito del desarrollo personal también están aflorando cada vez más soluciones paquetizadas que prometen un cambio rápido y eficaz (como las alubias). El otro día leía la opinión de un psicólogo que alababa las bondades de las nuevas terapias de corta duración y consideraba una “aberración” un proceso terapéutico “de ¡hasta 3 años!”, jactándose de solucionar diferentes problemas en sólo 10 sesiones. Me parece fantástico que existan técnicas adecuadas para solventar dificultades, de fácil aplicación y capaces de provocar cambios visibles en poco tiempo. Lo que me disgusta es que se echen por tierra procesos más profundos con otros objetivos que requieren de más tiempo y que se circunscriba el desarrollo personal a un proceso acotado en el tiempo, cuando la aventura de descubrirse a uno mismo no termina nunca. Otra cosa bien distinta es que, a lo largo de este proceso, cada persona vaya eligiendo los recursos que necesita, bien se trate de un viaje, un proceso de coaching, un psicoanálisis o un fin de semana de encuentro (por mencionar sólo algunos de los infinitos ejemplos que hay). Lo que está claro, es que la tarea de conocerse a uno mismo es el plato de más lenta cocción que existe y que quien promete la fabada a precio de alubias de bote, ha confundido la receta.
Os invito a volver a disfrutar de las cosas que requieren paciencia, espera, las que permiten tiempo para fantasear y hacer la boca agua, en las que inviertes más pero también recibes mucho más.
0 comentarios