Algunos sábados por la mañana me sopla una ráfaga del pasado que me recuerda que, hace ya más de 20 años, estaba dedicando esas mismas mañanas de sábados a ir a multideporte. Era una actividad que se ofertaba desde el colegio y consistía, como su propio nombre indica, en una mezcla de deportes que iban desde pruebas de atletismo, a Tec (algo similar al béisbol pero chutando la pelota), pasando por subir y bajar las escaleras del colegio como alma que lleva el diablo. Creo que estuve participando cuando tenía unos 9 o 10 años, momento en el que empezaba a interesarme por la lista de los 40 principales y que iba escuchando  en el autobús en mi flamante walkman nuevo de marca Sony (que aún conservo). Fue también la época del “ciega, sordomuda” de Shakira, canción que me aprendí a pies juntillas y con la que descubrí interesante vocabulario nuevo:

—Ama, ¿qué significa argumento? ¿Y metodología?

—A ver, dame el contexto.

—“Se me acaba el argumento y la metodología, cada vez que se aparece frente a mí tu anatomía”, es lo que dice Shakira. 

—Pufffffff…

La verdad es que me encantaba ir a multideporte. Recuerdo con mucho cariño aquellas mañanas soleadas de sábado, las carreras de resistencia alrededor del patio del colegio (que era lo que mejor se me daba) y la explosión de endorfinas con la que volvía a casa. Sigo siendo especialmente buena en resistir, por cierto. Quizá sea mi mayor virtud y mi peor defecto.La cuestión es que en algún momento, multideporte acabó, probablemente coincidiendo con el final de la niñez y el inicio de la pubertad. Recuerdo que Merkat, nuestro profesor de euskera, gimnasia y también multideporte, habló conmigo y me animó a apuntarme a un club de atletismo para poder continuar de una manera más seria y profesional. Me dijo que se me daba bien y que, entrenando más, podría llegar a ser buena y participar en competiciones. Pronunció la palabra maldita: “competición”. Yo ya había entrenado y competido en natación hacía años y había decidido dejarlo por lo mal que lo pasaba ante la sola idea de tener que competir. Estuve considerando la idea de Merkat durante al menos unos días pero me aterraba volver a esos dolores de tripa previos a la competición y a una autoexigencia que me hacía mucho daño.

He pensado mucho en aquella decisión que tomé. Como Mr. Nobody en su lecho de muerte (película recomendada), he vuelto a aquella encrucijada y me he imaginado qué le pasaría a la Itzi del universo en el que optó por continuar haciendo atletismo. Quizá encontró un grupo de compañeras súper majas con las que establecer lazos que a día de hoy se mantendrían. También una motivación que la alejara de la fiesta y el botellón y una manera de superar esa ansiedad que le generaba la comparación y la competición. ¿Pudo conectar con algo que la enraizara a su tierra y así vivir cerca de su familia? Quién sabe… También es posible que su nivel de exigencia creciera hasta el punto de desarrollar algún trastorno de la alimentación y que se obsesionara demasiado con mejorar sus marcas…A veces tendemos a quedarnos enganchados en el pasado, volviendo una y otra vez a estas encrucijadas que definieron nuestro camino. En este viaje es común el arrepentimiento, la fantasía y la idealización de lo que podría haber sido y no fue. Es importante darnos cuenta de que, si pudiéramos volver a ese instante, haríamos lo mismo que hicimos entonces, desde el estado y nivel de conciencia que ocupábamos. Y también que, de haber tomado un camino diferente, nos habrían acompañado igualmente las dificultades y limitaciones que hallamos en toda realidad que vivimos. 

Every path is the right path.


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